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martes, 21 de enero de 2020

Preparación del FESTIVAL DE MUSICA 3BGU FORMACIÓN HUMANA




ESTIMADOS ESTUDIANTES  SE DEBEN PREPARAR PARA LA DECLAMACIÓN ,PARA EL FESTIVAL DE MÚSICA  .  
REPASAR  DE LAS SIGUIENTES POESÍAS DOS ESTROFAS PARA QUE DECLAMEN.   




Padre nuestro en la calle 

Padre nuestro que está en la tierra, 
desvelado por nuestros desvelos, 
hoy tu nombre nos sabe a justicia, 
nos sabe a esperanza y gloria a tu reino. 

Padre nuestro que está en la calle, 
entre el tráfico, el ruido y los nervios, 
que se cumpla, Señor, tu Palabra, 
lo mismo en la tierra que arriba en el cielo. 

PADRE NUESTRO, PADRE NUESTRO, 
NO ERES UN DIOS QUE TE QUEDAS 
ALEGREMENTE EN TU CIELO. 
TÚ ALIENTAS A LOS QUE LUCHAN 
PARA QUE LLEGUE TU REINO. 

Padre nuestro que sudas a diario 
en la piel del que arranca el sustento, 
que a ninguno nos falte el trabajo, 
que el pan es más pan 
cuando ha habido esfuerzo. 
Padre nuestro, que no guardas nunca, 
contra nadie, venganza o desprecio, 
que te olvidas de ofensas y agravios 
y pides que todos también perdonemos.

CANCIÓN PARA EL PASTOR
A Leonidas Proaño
(1992)

Llegaste hasta nosotros;
te hiciste nuestro hermano;
miraste las angustias de este pueblo
y decidiste optar por los más pobres.

La voz me habían quitado
desde cuando pisaron estas tierras
unos hombres sedientos de aventura.
El peso de estos siglos, que son cinco,
había ido inclinando
al suelo mi cabeza.
Encerrado en mi poncho, como cápsula,
era un ser incapaz, según su juicio,
de pensar y expresar mi pensamiento.
Servía solamente, a su criterio,
para, en base a este cuerpo como el bronce,
sufrir los golpes, trabajar la tierra,
recibir "rayas" en forma de salario
y ocupar dondequiera
el último lugar.
 
Y tú, Pastor, hallaste este rebaño
en que eran pocas las ovejas gordas
de sangre azul, de lana blanca y fina,
(más bien lobos vestidos de sus pieles),
y millares de ovejas
enfermas, perseguidas,
remontadas, heridas por el miedo.
   Supiste, ya al llegar junto a nosotros,
que los pastores que vinieron antes
se habían puesto de acuerdo con los lobos
y solo hallaron lástima
por las pobres ovejas descarriadas,
por las que derramaron
unas piadosas lágrimas
 
Y supiste también que otros pastores,
venidos desde el norte,
decían que la suerte estaba echada,
sin lugar al reclamo ni a la queja
porque "el Señor así lo había dispuesto".
Tú dijiste que no;
que no hay un Dios injusto,
y si lo había,
era nuestro deber crearnos otro,
en quien depositar nuestra confianza.
Un Dios, poderoso talvez, pero más bueno,
con el cual ir trazando
los caminos de nuestra libertad.
 
Te golpeó la angustia.
¿Cómo lograr un cambio en estas gentes
que tenían el alma conturbada,
que inclinaban la frente,
que apenas mascullaban las palabras
y que se embrutecían con la chicha
para poder gritar lo que pensaban?
¿Cómo hacerlas personas?
¿Cómo romper los prejuicios de esos otros
que habían decretado
que el indio era un esclavo
para el que no existía
ni un mínimo lugar en la estructura?
 
Te salieron al paso de inmediato
los curas contagiados de miopía,
los nuevos ricos que habían recobrado
la ciudad tanto tiempo abandonada,
los poderosos amos de la hacienda
y aquellos que soñaban
en una inmensa catedral...
 
Quisieron impedir que te alejaras
para irte con los pobres.
Te llamaron el "rojo", el "comunista",
y, con desprecio, te dieron como nombre:
"Obispo de los indios".
 
Pero tú, sembrador,
con destellos de luz los derrotaste,
derramando palabras por los páramos,
que eran como disparos contra el hambre,
la sed y la injusticia,
y contra la ignorancia.
Tú fuiste recogiendo nuestra voz,
que aún no estaba muerta.
   La siembra fue difícil;
el suelo estaba duro, casi estéril.
Con amor y paciencia lo regaste.
El germen cayó al fondo de nuestra alma.
Y empezaron retoños a brotar,
a crecer,
y a reclamar un sitio sobre el mundo.
   Entonces, recobramos nuestra voz,
una voz que tronó en el continente.
Era altiva, directa, sin rodeos,
como intentando gritar la realidad,
esa amarga y terrible realidad.
   Comprendimos así que éramos "runas",
hombres, como los otros,
con iguales derechos.
Que la tierra, la escuela,
la salud, el respeto por la vida,
eran también para nosotros.
Aprendimos contigo
a caminar alzando la cabeza.
A no sentir vergüenza.
A unirnos con los nuestros
para ir cobrando fuerza
para exigir respuestas
a miles de preguntas
escondidas por cinco largos siglos.
   Y aquí estamos, Pastor.
Somos los nuevos hombres que formaste.
Aprendimos a usar nuestra palabra
y a "vestirle de poncho a la esperanza".
   Taita Leonidas: aquí estamos.
Venimos desde abajo y desde adentro.
Somos
los que hemos resistido tanto tiempo
- más de quinientos años
si contamos también los del Incario
que llegó a dominarnos -.
Somos
los que volvemos desde el fondo
de la marginación, el odio, los obrajes,
las mitas, encomiendas, alcabalas,
los diezmos, las primicias, los servicios
a todos los "patrones" que vinieron
con todas las conquistas...
 
Y hoy estamos aquí, porque un buen día,
taita Leonidas,
llegaste desde allá, del Imbabura,
para ser nuestro Obispo.
Al ver tu rostro, prieto como el nuestro,
y tu sencilla forma de enfrentarnos,
se iluminó una idea en nuestro pecho:
¿vendría con tu voz nuestra esperanza?
 
Hoy que te has ido, Taita,
nos hieren como garfios mil preguntas:
¿Se quebrará la voz tras tu partida?
¿Resurgirá el dominio de los otros?
¿Construiremos la nueva sociedad?
¿Serán firmes las bases que pusiste?
¿Dará frutos el árbol que sembraste?
"¿Se vestirá de poncho la esperanza?".


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